jueves, 6 de noviembre de 2008

Olvida al maestro pero no la lección

Luis, tu abuelo, solía jugar fulbito con un grupo de amigos y familiares cercanos, en un rincón de Jesús María ubicado a la altura de la cuadra 2 de la av. Brasil del que yo, a mis 8 o 9 años, poco o nada sabía, excepto que todos le decían "la peña de los lunes" (hace poco me enteré que el lugar aún pertenece al gremio de trabajadores del ministerio de transportes). Siempre que podía le pedía a tu abuelo que me llevara con la esperanza de que, en algún milagroso momento, cualquiera de los cracks de esos brillantes equipos se cansara y no hubiera nadie más dispuesto a jugar o que, simplemente, otro sintiera curiosidad por mis grandes dotes para el balompié de barrio y me diera la oportunidad.

Por supuesto que esas eran meras fantasías, porque ni yo tenía esas grandes dotes y siempre había alguien dispuesto a entrar a la cancha para tirar por los suelos mis esperanzas de un inicio temprano en el fútbol nacional.

No sabría decir cuántas veces jugué, pero sé que fueron pocas. Para ser más sincero, a veces ya no me importaba jugar, me alegraba con el simple hecho de pasar algún tiempo con mi papá al menos los lunes, pues sabía que el resto de la semana sería casi imposible: él solía llegar bastante tarde del trabajo.

La noche de fútbol terminaba casi siempre en un restaurant de la av. Guzmán Blanco llamado el Monarca, ahí acudía todo crack que se respetara y que no toleraría que nadie lo llame "saco largo", - claro pes cuñao, vamos nomás, unas chelitas y nos arrancamos - yo, como en el fulbito, era aquí un espectador de lujo.

Nada más puedo decirte de esas honrosas jornadas deportivas y de confraternidad, en la que yo me sentía tan seguro y a gusto, excepto lo que aprendí, día tras día, sentado, invisible, en esa maldita banca de suplentes:

Esto me lo enseño otro suplente, cuyo nombre por más que quiero no puedo recordar - perdóname, como quiera que te llames!




La verdadera lección está escondida en esta historia. Por favor, sólo esta vez, te pido que no olvides al maestro... Yo, ya empecé a olvidar al mío.

4 comentarios:

[ [EBP]] dijo...

* La única vez en que yo y mi padre estuvimos en una cancha jugamos para equipos contrarios, y en verdad hubiera preferido quedarme en la banca porque le hice 3 goles de huacha y todo el barrio se rió de él, fué un momento humillante..
* La última vez que alguien intentó enseñarme a armar un cubito similar a ese fué no hace mucho (saliendo de tomar unas chelas en chinchón), la verdad nunca me interesó aprender, así que mientras mi profesor movia sus manos rapidamente y me daba indicaciones que yo no entendía, yo pensaba: "ya guarda ese cubo de por favor que no te entiendo un carajo.."... ahora que lo veo bien, no era un cubo similar... era ese mismo..

Te quedó bonito el post tio...

RESTABLEX dijo...

Se ve que no entendiste nada por que el cubo era de 5x5x5... gracias por el comentario y por soportar la explicación jajajaja

KaLyA dijo...

Esto me recuerda cierto cubito que me obsequió "alguien", je, y que después mi hijita se encargó de desarmar pero para siempre, igual lo tengo de recuerdo y de adorno en un estante con libros. Nunca aprendí a armar este famoso cubo, pero quiero!... espero no llegar a la edad de Yoda para ello... hablando de maestros :D

Te quedó bacaaaán el post, amiguitz!

RESTABLEX dijo...

Kalya,
yo te enseño...
pero primero a abrir su blog ok?