lunes, 15 de julio de 2013

La terapia de familia

Amor, compartir, jugar, estar juntos, ser libres, tener una hermana, ser cómplices, tener un hermano, pelear por tonterías, acusarse, llorar, disculparse, argumentar, golpearse, buscarse, reir, encontrarse, dormir, cantar, hacer la tarea, competir, ganar, dejarse ganar, preguntar todo, seguir preguntando, ver películas, pasear, decir adivinanzas, contar chistes, enseñar, aprender, protegerse, ponerse curitas, pedir la sopa, dejar la sopa, apachurrarse, hacerse cosquillas, esconderse, besarse, recibir sorpresas, treparse en los muebles, volar, soñar.

- Eso es más o menos lo que hace Nico cuando está conmigo, su papá, con Gissella, la novia de su papá y Mia a quien Nico considera su hermana - Le digo al terapista.

- Entiendo. Sin embargo, y asi no estuviera separado o tuviera 10 hijos, trate de pasar unos 15 minutos a solas con él. Por ejemplo haciendo música, jugando un rato fútbol, haciendo la tarea, contándole un cuento. Para que entienda que de entre todos ellos su vinculo con él es especial y único. Esto va a darle la confianza para expresarse con usted primero y despuén fuera de su entorno seguro. Practiquelo y si no tiene más preguntas, esto sería todo con usted. - me respondió.

La verdad que tiene sentido - pensé.

- Ok. No necesito regresar supongo.

- No. Eso es todo.

- OK. Gracias.

Asi que aquí me tienes campeón, a tu papá, a tu Gissella, a tu Mia, a tu Tata Alfonso y a tu mama Gloria. Ellos también son tu familia. Y yo soy tu orgulloso papá.

Tienes una sola mamá y eso nada lo cambiará.

Pero no te hago ningún bien con fingir que alguna vez tu mamá y yo seremos amigos. Ya que nunca pasará. Pero nada es por tu culpa. Nada.

Terminó la terapia.

Ahora...a recuperar nuestras vidas...
Yo no me rindo. Confía en mi. Confía en mi...

miércoles, 5 de junio de 2013

Martes y Jueves

Tu tía Vivi me apura como todos los martes y jueves. Casi a empujones me saca del 304 y en la puerta nos esperan mis primos mayores y una amiga del mismo edificio del jirón Pacasmayo en el Cercado de Lima. Los rostros de todos son de alegría y expectativa como siempre.

A unos 8 minutos estamos en la avenida Alfonso Ugarte. "Ahí viene, tú subes primero" - me ordenan; y en unos instantes me trepo al Enatru, ese bus gigante y amarillo que dentro de 15 minutos nos dejará a pocas cuadras de nuestro destino.

- ¡Bajan "campoemarte"! - grita mi primo mientras paga todos los pasajes excepto el mio - yo aún no pago pasaje según él "¡qué tal concha! Yo quiero pagar mi pas..." pero antes de que yo termine de hacer mi reclamo, me tapan la boca y me hacen callar. Se inicia una pequeña discusión de la que me siento responsable entre el chofer y mi primo; quiero decir algo para ayudar, pero parece que él sabe muy bien cómo se tiene que discutir en los micros así que me quedo callado y lo sigo con admiración.

Ya en el local, el grupo se va desintegrando, cada uno a la zona que le corresponde según su edad y habilidad. Yo por supuesto me voy casi al extremo inferior. Si bien me siento tan capaz como el resto, lo cierto es que no lo soy. Pero no importa, estoy feliz de saltar a la piscina de 2.5 metros de profundidad. Cuando termine el verano seré de los pocos en mi cole que ya nadan sin piso. Este año paso a tercero de primaria.

De pronto te detienes a mitad de tu rutina para buscarme en la tribuna y desde el Campo de Marte me traes de vuelta al Claretiano para hacerte la señal de aprobación, la cual te doy orgulloso de que seas mejor que yo cada martes y jueves.

lunes, 27 de mayo de 2013

El duelo en el aire... Parte II

Cama, colchonetas, saqueo, expectativa, miedo, adrenalina, todo estaba listo para que el duelo diera inicio.

El primero sería Fernando, un pata que me caía recontra chévere. No se metía con nadie pero no era ningún cojudo; una vez el gordo Reátegui lo quiso agarrar de punto... lo que ahora se conoce como bulling, propinándole sin motivo aparente un potente y sonoro lapo en la nuca; lejos de achicarse, en una increíble muestra de agilidad, Fernando saltó haciendo una media vuelta hasta que sus brazos estuvieron a la altura del inmenso Reátegui quien recibió uno, dos, tres y cuatro puñetazos en sus redondos cachetes mientras todos nos preguntábamos cómo podía mantenerse tanto tiempo en el aire. Un par de años después nos haríamos mucho más amigos ya que viviríamos sólo a unas tres cuadras de distancia... pero eso será para otro post.

Su primer salto había conseguido que todos enmudecieran; aunque para él era sencillo, para el resto de nosotros, un salto mortal era simplemente imposible.

Para todos menos para Tito. Carlos Tito Negrete quien también me caía muy bien, era un poco flojo para todos los cursos excepto para educación física. Su mamá, la tía Norma era buena amiga de la mía ya que trabajaban juntas. Y a veces, en época de vacaciones, me iba a pasar el día con él y Jorge, su hermano mayor, quien ,entre partido de fulbito y ronda de nintendo, se las arreglaba para escabullirse a la cocina y acosar a la Juanita, la empleada de la casa. Pero eso será tema de otro post.

Yo no tenía favorito pero me alegré cuando Tito ejecutó su primer mortal sin dificultad. Queríamos más y habría más.¡Chato, una ronda más de helados para todos! ¡Yo invito! Gritó Tito agigantando el momento de júbilo y carcajadas.

Fernando subió a la cama elástica dispuesto a ejecutar el doble mortal. La proeza fue digna de aplausos y de varios "a la mierda!" , era como ver la televisión. "¡Un rato!" grité para que me esperaran. Mientras yo revisaba que nadie se acercara, Tito se incorporó de su asombro y subió rápido a la cama elástica a esperar mi señal. "Ya! arranca!" me escuchó y después de varios impulsos, algunos "ya pe huevón" y un "cállense carajo!" su cuerpo dio dos vueltas en el aire para descender peligrosamente hasta el borde de la cama, estuvo a punto de perder el equilibrio y salir disparado hacia adelante como una pelota siguiendo su curso, pero echando todo su cuerpo atrás logró quedar de pie en el último momento. No tuvo la gracia de su rival pero el salto se completó y todos lo aceptaron. "¡Ya! ¡Empataron! ¡Nos vamos!" sentenció Roberto. Todos nos miramos en silencio y estuvimos casi de acuerdo; pero antes de que alguien diera el primer paso, Fernando se trepó nuevamente a la cama elástica y empezó a tomar impulso. No quería parar. Él había ido a demostrar que era el mejor y lo haría con algo que nadie había intentado antes, haciendo un triple mortal.

Cerró los ojos para concentrarse mientras su cuerpo ganaba altura. Una y otra vez ejecutó la maniobra mentalmente. Los sonidos, los gritos, las arengas, todo había desaparecido para él."Supera esto!" se logró escuchar un instante antes de que volara por los aires. Nadie nunca logró verlo. Un instante después, cuando abrió los ojos no hubo aplausos ni celebraciones. Al frente suyo la silueta del profesor Pérez Vargas, jefe de disciplina, que se dejaba ver a contraluz por la puerta principal apagó de golpe su grito de victoria. Segundos antes todos excepto él habíamos escuchado el tronar de la cerradura; algunos habíamos podido escondernos tras las colchonetas que Roberto puso en forma vertical contra la pared, otros intentaron escapar por la puerta lateral pero estaba demasiado lejos y torpemente intentaron meterse detrás de las colchonetas que ya estaban ocupadas dejando en evidencia a los demás. Pérez Vargas sólo tuvo que recitar de memoria los apellidos que habría logrado reconocer en nuestra torpe huida: "¡Negrete!, ¡Ribeiros!, ¡Peralta (Roberto)!, ¡Quimper (Daniel)!, ¡Párraga (Steffano)!¡Mora (Gino)!.¡En fila!¡A mi oficina!" sentenció, dio media vuelta y desapareció en la luz que invadía el gimnasio por la puerta principal.

Sólo JC y yo evitamos la lista y como las reglas del grupo eran simples - el que cae, cae solo -; sabíamos que estábamos a salvo. Mientras el resto se encaminó hacia las oficinas de Perez Vargas, nosotros nos dedicamos a dejar todo el lugar tal cual lo encontramos; todo excepto la vieja tranca de madera de la puerta lateral, evidencia de nuestro delito.

Aun ahora pienso en lo último que recuerdo de ese día: ver a la hora de la salida a Fernando, Tito y al resto en la cancha de fútbol, haciendo más saltos - pero de rana - mientras que sus voces se iban apagando poco a poco junto al sol de la tarde: "cuarenta!", "cuarenta y uno!", " cuarenta y ...".

 - Oe chato, ¿Un heladito?
 - Ja! ja! ja!