En realidad yo no me solté. Mi mamá decidió que el frío de aquella tarde, en esa vieja chacra de Mala, la había castigado lo suficiente, dispuso mi mano a la divina providencia unos diez segundos para ponerse la chompa roja con cuello de tortuga que siempre distingo en los álbumes familiares. Nunca pudo imaginarse -creo que nadie podría - que a su hijo de un año y seis meses, justo a las seis de la tarde de esa tarde y en cinco segundos de esos diez segundos, había venido a recogerlo un conejo.
Qué tenía de especial? nada que lo distinga de otros, era blanco por todos lados menos los ojos de diablo, pero el destino había querido que esa fuera la primera vez que yo viera uno, ágil, blanquito, esponjoso e imperturbable ante mis súplicas y balbuceos. Jamás se acercó.
Su juego consistía en esperarme lo suficiente para que yo no perdiera el interés y me animara a perseguirlo, así lo hacía yo una y otra vez - años más tarde me enteraría, por boca de testigos presenciales, que aquél juego no duró tanto como yo siempre lo creí - con una franca sonrisa de satisfacción, ahorita te chapo, pensaba yo... hasta que tu plan dió resultado no, conejo de mierda? te paraste ahí, ahí encima de esa bolsa de plástico de porquería, ahí donde yo salté y tú sí escapaste, ahí donde la bolsa forraba un par de cartones mal colocados, ahí donde ese par de cartones cedieron justo para dejarme caer a la oscuridad de ese maldito pozo!
El perrito:
La caida fue de unos 3 metros, que según Newton yo recorrí en unos 2 segundos y medio; pero él y todos los demás están equivocados... para mí fue instantáneo. No sé quien habrá sido el gran ser humano (osea el hijo de puta) que puso allí ese pozo, pero debo agradecerle que también puso agua. Las burbujas apenas me dejaban distinguir dónde estaba, sólo puedo recordar, cuando éstas desaparecieron, que no había mucho espacio, que no tenía piso, que las paredes eran de cemento y piedra, que todo era oscuridad y que esa luz que venía de arriba era inalcanzable. Mi madre, con el corazón en la mano, soportaba mi segundo nacimiento desde afuera, sólo que con mucha más angustia que el primero. Ésto me lo contó mi tío César; por él, también supe que sobreviví porque mi papá, ayudado por él y otros tíos en una cadena humana, me encontró en las profundidades nadando estilo perrito.
El conejo y el perrito:
Ayer me acordé de todo esto en el cumpleaños 98 de tu bizabuela Victoria, celebrado en Cieneguilla. Yo como siempre, espero con ansias estos paseos campestres, para llevar a cabo mi propia celebración... feliz cumpleaños mamama! gracias por hacer posible una vez más mi venganza!
- Señor, qué se va a servir?
- Conejo a la parrilla con papas doradas... ah! una cosa más...
- Si caballero, dígame.
- Los huesos me los quiero llevar... son para mi perrito.

A manera de aclaración... coloco el siguiente texto que corresponde a un mail recibido el día de hoy 24 de nov por parte de una de las protagonistas, que también gusta del conejo (será venganza?):
Hola hijo, como estan??? todos
ayer te llame pero te habias ido a trabajar, lei el nuevo apunte en el blog de "Nico y Yo"
La historia sobre el pozo, fue en horas de la manana, casi llegando al mediodia, yo te solte por quitarme la chompa no para ponermela por que empezo a salir el sol y calentar el dia, tampoco fue en Mala fue hacia el norte por PUente Piedra, el dolor que senti es exactamente como lo describes y tu papa no lo penso dos veces y se tiro a rescatarte, la venganza contra el conejo esta muy buena.
Tu mamita